Una SAT
infectada con corrupción es gravemente disfuncional; por ello, la consecuencia
de la corrupción llega a sentirse en todo el país.
La SAT no debe ser arma
de terrorismo fiscal en contra de los adversarios políticos y los críticos de
los gobiernos de turno.
Más deplorable aún,
es encarcelar a inocentes para desviar la atención de la ineptitud de
gobernantes, para beneficiar a amigos y cómplices.
Ese es un peligroso
expediente que debe evitarse por todos los medios posibles; con ello se
inmiscuyen en la vida privada de las personas con fines oscuros y nefastos, que
persiguen la detentación del poder político por parte de los gobernantes
corruptos.
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